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La otra cara de la moneda: mi enfermedad

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Voy a hablar de un dolor silencioso que atravesó mi vida. No fue fácil, pero hoy puedo decirlo con la frente en alto: tengo esclerosis múltiple.

La esclerosis múltiple es una enfermedad crónica autoinmune. Mi propio sistema inmunológico ataca la mielina que recubre mis neuronas, causando pérdida de conexiones, lesiones en el cerebro o la médula espinal… incluso, en algunos casos, la muerte neuronal.

Pero este post no es para explicar qué es la esclerosis múltiple. Este post es sobre mi experiencia como persona que convive con ella. Como paciente. Como ser humano.

Antes del diagnóstico

Antes de la esclerosis múltiple, tenía otro cuerpo. Era otra persona. Mi mente también era distinta, y si soy honesta, muchas veces no de una manera saludable.

Vivía estresada. Siempre al borde. Sobrecargada. En todo. Tal vez por traumas de la infancia (shoutout a mi post anterior), tal vez por otras razones. Pero había algo claro: vivía en guerra conmigo misma.

Y aunque suene duro, creo que la esclerosis múltiple me salvó.

El cuerpo grita lo que la mente calla

Leí alguna vez que, cuando la mente calla durante demasiado tiempo, el cuerpo grita. Tal vez mi cuerpo, en medio de esa guerra silenciosa, dijo “basta”.

No, no “me di” esclerosis múltiple. Pero sí creo que fue una especie de límite. Un freno impuesto por la vida. Algo que, sin saberlo, necesitaba.

El sabio no lucha contra la corriente, fluye con ella. — Tao Te Ching

Aprendí que aceptar no es rendirse. Aceptar es dejar de desgastarse en la resistencia y empezar a escuchar.

El primer brote

En mi primer brote no podía hablar, ni caminar bien. Mis extremidades no respondían. Estuve un mes y medio internada, atrapada en un cuerpo que ya no reconocía.

No podía correr como antes. Ni hablar sin pensar cada palabra. Pero por primera vez en mucho tiempo, pude descansar.

Cuando camines, camina. Cuando comas, come. — Zen

Descansar… algo que mi mente anterior consideraba inaceptable. Aprendí que el presente no solo es suficiente, es todo lo que tengo. Y en ese presente, pude simplemente ser.

Gracias a quienes me acompañaron y trataron, me salvaron. Literalmente. Pero también, me salvaron de mí misma.

Una nueva etapa

Al principio, los tratamientos me sonaban como cadenas eternas. Pensaba: esto no se va a ir, así que mejor acostumbrate. Pero con el tiempo algo cambió.

Fue duro. Sí. Pero sobreviví. Y sigo.

Recuerdo claramente el día que me dijeron que había entrado en remisión. Le pregunté a mi médico qué podía hacer para acompañar esta nueva etapa. Me miró y me dijo:

“Sé feliz.”

Qué consejo tan simple… y tan difícil a la vez.

El loto crece en el barro.”— Budismo tibetano

No elegí esta enfermedad, pero elegí lo que hice con ella. Florecer, aunque duela. Encontrar belleza, incluso en medio del barro.

Hoy

Tal vez algunas personas me vean y piensen que no tengo “ambiciones”, que soy vaga o que no “hago nada”.

Pero mi vida es mía. Y elijo vivirla desde la paz. Desde el descanso. Ya tuve demasiadas guerras internas como para no darme ahora la oportunidad de descansar mil años.

No hay camino hacia la paz. La paz es el camino. — Mahatma Gandhi

No quiero más premios, ni medallas, ni carreras eternas. Quiero despertarme en calma. Quiero cuidar este cuerpo, aunque no funcione como antes. Quiero habitarlo con respeto. Con amor. Con compasión.

Cierro con esto

Habitar el cuerpo es un acto de compasión.

Hoy lo entiendo. Hoy lo practico.

Y aunque a veces me olvide, me lo repito:

Estás viva. Respirá. Sé feliz.

Ese es el verdadero camino.

Portada de FRIEDRICH NIETZSCHE MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL / AURORA

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FRIEDRICH NIETZSCHE MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL / AURORA

por Friedrich Nietzsche

“¿Leo este libro? Mejor dicho, este libro me está leyendo a mí.”