¿Amar mejor? Versión 26 años de edad.

Hace diez años, escribí que “quizas, si pudieramos usar todo nuestro cerebro, amaríamos mejor”. Hoy, a mis 26, me río un poco de esa idea y la abrazo al mismo tiempo. Tenía ganas de entenderlo todo, de pensar como el amor como un enigma filosófico. Lo analizaba como si fuera un problema de matemática, buscando la “formula” para sentir bien y no dejarme manipular por lo que veía en las pelis o en la tele.

Pero resulta que el amor, en la vida real, no tiene nada de fórmula. De hecho, entre más lo pensás, menos lo sentis. El amor no es solo una idea: es piel, es rutina, es discusión incomoda en la cocina, es silencio y es risas compartidas después de un día horrible.

Cuando era chica, pensaba que el amor era cosa ideal, perfecta, que solo sentían los que lograban ver más allá de lo que les mostraban los medios, los que no eran “homo videns”. Hoy, que encontré a alguien con quien compartir la vida todos los días, entendí que el amor es todo menos perfecto. Es humano porque es imperfecto.

Amar mejor no es pensar más, es sentir mejor. Y para sentir mejor, a veces hay que soltar el control, bajar la guardia y dejar que el amor pase, aun cuando te dé miedo.

Tuve amores de todo tipo: el amor que fue más ideal que real, el amor que dolió, el amor desinteresado que nunca se convirtió en pareja pero me marcó igual. Y ahora vivo un amor que es simple y complejo a la vez: el que te acompaña, que no te juzga, que sabe discutir y también sabe callar. El amor de todos los días, que no necesita ser de película para ser enorme.

En el fondo, sigo creyendo que hay un poquito de verdad en todo lo que escribí a los 16. Es cierto que nos venden el amor como producto, y muchas veces lo compramos así, envuelto en flores y promesas de “para siempre”. Pero también aprendí que no hace falta usar el 100% del cerebro para amar bien. Hace falta presencia, coraje y ganas de aprender con el otro.

Quizás, amar mejor no es tener sentimientos perfectos, sino permitirse sentir de verdad, con todo lo imperfecto que eso trae.

Y si alguna vez dudo, sé que siempre puedo volver a preguntarme: ¿Qué sería capaz de hacer si me animara a amar sin miedo hoy, acá, con todo lo que soy?

No quise tirar frases u oraciones de filosofos, este post lo escribo a mi “puño y letra” desde lo más profundo de mi corazón. Lo escribo desde el amor.

Por si alguien quiere leer lo que a esta autora se le ocurrió a los 16, les dejo link: Amor

Gracias a mi amor, Augusto, me enseñarme el amor real y honesto.